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Un mensaje del Arzobispo Allen H. Vigneron

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Cuando miramos la historia de la cristiandad —desde los Apóstoles y mártires de la Iglesia primitiva hasta nuestros padres, abuelos y bisabuelos que sacrificaron tanto para edificar el Reino de Dios en el sudeste de Michigan— nos encontramos con incontables ejemplos de personas que perseveraron al “correr hasta el final la prueba” (Heb 12:1) mientras “levantaban la mirada hacia Jesús”, líder y perfeccionador de la fe (Heb 12:2).

Es este enfoque inalterable en Nuestro Señor y Salvador lo que nos da la fuerza y el valor para llevar a cabo la labor de evangelización, de compartir nuestro amor por Jesucristo con los demás para que ellos también puedan encontrarlo y dejar que sus corazones sean capturados por Él. Esta labor no es una campaña de afiliación. Más bien, está impulsada por nuestro conocimiento de la alegría que nos embarga —una vida eterna con el Padre del Cielo— y el deseo de que otros compartan esa alegría.

Una de las maneras más profundas en que nosotros, como Iglesia local, ayudamos a compartir el amor de Cristo, es respondiendo a las necesidades materiales y espirituales de las personas y familias. A través del Llamado al Servicio Católico, más de cien servicios, programas y ministerios muestran una evidencia real y tangible del poder de la fe —de cómo manteniendo nuestros ojos fijos en Jesús puede ayudar a superar los obstáculos. Su donativo al Llamado al Servicio Católico ayuda a llevar la Buena Nueva a innumerables personas y familias.

Les estoy muy agradecido por las muchas maneras en que han contribuido a esta labor en el pasado. Por favor, consideren en oración renovar su apoyo este año. Es hora de que corramos esta carrera como una comunidad de creyentes con los ojos fijos en Jesús, para que las generaciones futuras puedan conocer a Jesucristo y compartir la misma fe con la que hemos sido tan ricamente bendecidos.

Encomendándolos a la intercesión de Nuestra Señora de Lourdes, del beato Solano Casey y de santa Ana, nuestra patrona, quedo de ustedes,

Sinceramente suyo en Cristo,

Reverendísimo Arzobispo de Detroit

Allen H. Vigneron